8.9.08

A 35 años del golpe, Patricio Guzmán habla de Salvador Allende





Patricio Guzmán nació en Santiago de Chile en 1941 y vivió de cerca y con ilusión el gobierno de Salvador Allende, hasta el golpe de estado del 11 de setiembre de 1973. Aquella época marcó su vida, y ha realizado varios documentales sobre ese tema. El último, Salvador Allende (2004), vista en Cannes y en Donostia, sigue la vida del polí­tico que lideró la revolución pací­fica del pueblo chileno, desde su infancia hasta su muerte, el día del bombardeo a La Moneda, alternando imágenes de aquella época y entrevistas actuales. Tí­tulos como La batalla de Chile (1975 - 1979) o Chile, la memoria obstinada (1997) son prueba del trabajo de Patricio Guzmán por recuperar una época que ha caí­do en el olvido de muchos, o que más bien ha querido ser sepultada tras el golpe de estado.




­Llama la atención que Salvador Allende sea una coproducción en la que participan varios paí­ses, pero no Chile.
El año pasado pedí­ una beca a la fundación estatal Chilena Fondart, la Fundación para el Desarrollo de las Artes, pero la rechazaron, no me dieron un centavo, y ninguna empresa productora con la que conversé se interesó en coproducir, por lo tanto, la pelí­cula es francesa, con aporte español, belga, alemán y mejicano. Tampoco el embajador chileno estuvo en el estreno de Cannes, y aquí­ al Festival de San Sebastián tampoco vino ningún diplomático.


­¿Por qué cree que ocurre eso?
El presidente Ricardo Lagos es una persona culta, creo que es un buen presidente, pero que en el aspecto de la memoria histórica no ha hecho nada. O ha hecho poco. Y yo creo que cultivar la memoria histórica rejuvenece y da a los jóvenes una perspectiva sobre su patria, sobre lo que pasó, que de otra manera nunca van a tener.


­¿Ha hecho la pelí­cula para las generaciones que no conocieron aquella época y que ahora no encuentran información sobre Salvador Allende?
Sí­, sobre todo para la juventud. Evidentemente, la pelí­cula será vista por mi generación y por los que tienen 40 a 50 años, pero la gente más entusiasta que hay en Chile por estos temas son los jóvenes. Seguro que ellos van a llenar las salas de cine y son los que van a impulsar la pelí­cula porque con La batalla de Chile pasó lo mismo. Las pocas exhibiciones que ha habido en Chile se han llenado de jóvenes.


­Se acerca usted a la figura de Salvador Allende de una manera muy personal, es un documental muy próximo, que en ningún momento opta por la distancia que se suele emplear en aras de la objetividad.
La objetividad es un concepto periodí­stico, no artí­stico. Yo creo que el documentalista no es un testigo desapasionado que permanece al margen, sino que es un testigo que se involucra, y mientras más lo haga mejor porque eso da fe de su apasionamiento por el tema. Cada cual tiene su punto de vista, imaginar que uno no lo tiene es un absurdo. Creo que la subjetividad, el hablar en primera persona, da una dimensión más atractiva y más justa con el tema y con el público, sin duda. Luego tienes que tratar de ser verosí­mil, que tu discurso sea creí­ble, porque si pierdes credibilidad la gente te abandona.


­Habla con gente que conocí­a a Allende, pero no con cargos de la época. ¿Por qué?
A mí­ me gusta hacer pelí­culas con gente normal porque estos ciudadanos comunes y corrientes suelen tener opiniones más atractivas que algunos personajes públicos que ya te dicen un discurso estereotipado y no conmueven a nadie.


­¿Alguien se negó a hablar?
No, todo lo contrario, todo el mundo fue muy colaborador y me regaló su tiempo.


­¿Cómo fue el trabajo de documentación?
Fue lento, pero encontré una pelí­cula muy interesante del holandés Joris Ivens sobre el tren de la victoria, encontré los planos del bombardeo de La Moneda de los cineastas alemanes Heynowski y Scheumann, y también encontré la entrevista al embajador estadounidense en Chile gracias a un gran amigo mí­o que vive en Montreal, el documentalista Patricio Enrí­quez. Le compré los derechos y es la primera vez que esta entrevista sale a la luz pública.


­Es un hallazgo que funciona muy bien como contrapunto.
Exactamente, es el gran contrapunto de la derecha, para contrarrestar el izquierdismo de las ideas de la revolución allendista.


­¿Conocí­a la entrevista?
No, fue una de las sorpresas agradables de la fase de documentación. Tuvimos una desagradable cuando nos pusimos en contacto con el archivo de las Naciones Unidas para conseguir todo el discurso de Allende, una pieza única y extraordinaria, y resulta que la perdieron, alguien no la devolvió. Yo conseguí­ pedazos, y por suerte encontré ese en el que habla de las transnacionales.


­¿Qué opina del auge que está viviendo el género?
Estamos pasando por una moda y nos favorece porque hemos logrado un espacio en el Festival de Cannes, en San Sebastián o en Venecia, pero en general creo que nuestro mundo es modesto. Nuestros salarios son bajos, terminar una pelí­cula documental es largo y lento, pero existe y muestra lo que la televisión no hace. La información que da, por ejemplo, Salvador Allende no la encuentras en ninguna parte: ningún programa de televisión va a dedicarle ese espacio, esa lentitud en los planos que son los que hacen comprender un tema. Nosotros recuperamos el ritmo de la vida, y la vida es muy lenta.


(Publicada el 23 de septiembre de 2004 en el portal KINOticias

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