30.3.07

Primeras recomendaciones 9º Bafici

Holas de nuevo...!

Para algunxs que habían pedido recomendaciones para el Bafici, les pasamos una primera lista de pelis (arbitraria como toda lista). Unas ya las vimos, algunas las recomendamos por haber visto otras cosas de lxs directorxs, y otras por comentarios de gente que ya las vio. De todas formas esto es "jugar a seguro", y parece que siempre lo mejor es tirarse a la pileta con pelis sin mucha referencia, ¿no?

Espero que les sirva. Les recuerdo que este domingo viene Leandro Listorti, uno de los programadores desl festival, para recomendar más pelis.

Saludos a todxs, buena salud y mal instinto!


Pelis

Syndromes and a century, de Apichatpong Weerasethakul
Honor de cavalleria, de Albert Serra
Shortbus, de John Cameron Mitchell
Cocalero, de Alejandro Landes
Fotografías, de Andrés Di Tella
Big Bang love: Juvenile A, de Takashi Miike
Punk`s not dead, de Susan Dynner
Old Joy, de Kelly Reichardt
I don`t want to sleep alone, de Tsai Ming-liang
Extranjera, de Inés de Oliveira Cezar
Música nocturna, de Rafael Filippelli
Las vacaciones del señor Hulot, de Jacques Tati
Mi Tío, de Jacques Tati
Playtime, de Jacques Tati
Parade, de Jacques Tati
Copacabana, de Martín Rejtman
M, de Nicolás Prividera
Last resort, de Pawel Pawlikowski
Brand Upon the Brain!, de Guy Maddin
El azul del cielo, de Lucia Cedron
Mujeres elefante, de Adrián Caetano y José María Muscari
Woman on the beach, de Hong Sang-soo
Estrellas, de Federico León y Marcos Martìnez
La antena, de Esteban Sapir

26.3.07

Primera emisión...!

Hola visitantes del planeta carmín...

Finalmente arrancamos con la primera emisión de Rastros de Carmín, después de tantos anuncios. La tormenta que cayó sobre Buenos Aires nos dejó sin luz un rato (por ende, sin transmisión también), pero después pudimos terminar el programa. Para lxs que no pudieron escucharlo tengan en cuenta que todas las semanas, aproximadamente el miércoles, subimos a este blog las emisiones. Les pedimos disculpas porque durante la transmisión se dieron algunas interrupciones por cuestiones de conexión y de banda ancha ajenas a nosotros. Les agradecemos el aguante, y les aclaramos que, por supuesto, acá pueden escuchar el programa sin cortes.

La idea es pasar en limpio algunas de todas las películas, libros y canciones que nombramos al aire. Son muchas, a veces aturdimos, así que este es el lugar para parar la pelota y elegir entre todas estas puntas qué camino tomar. Que lo disfruten.

Películas de Apichatpong Weerasethakul


Misterious object at noon (2000)
Blissfully Yours (2002)
Tropical Malady (2003)
The adventure of Iron Pussy (2004) (co-dirigida con Michael Shaowanasai)
Syndromes and a Century (2006)

Al final del posteo está la reseña de Tropical Malady que escribí en 2005 en ocasión del 7º Bafici, y que se publicó en la revista Velvet Rockmine (www.velvetrockmine.com.ar) Es el texto que estaba leyendo al aire hasta que la naturaleza mostró otro de sus lados salvajes.
En Liberarte (Av. Corrientes entre Montevideo y Paraná, Cap. Fed.) se consigue Tropical Malady en DVD. Ninguna de las películas de Apichatpong se exhibió en la cartelera comercial.


22º Festival de Mar del Plata

Kurt Cobain: About a Son, de AJ Schnack
Ficció, de Cesc Gay
Baixio das bestas, de Claudio Assis
Jardins en automne, de Otar Iosseliani
Woman on the beach, de Hong Sang soo
O maior amor do mundo, de Carlos Diegues
Mutual Appreciation, de Andrew Bujalski
I don´t want to sleep alone, de Tsai Ming-liang


Otras películas

Noches mágicas de radio (A prairie home companion), de Robert Altman


Canciones

Estrella roja (Rosario Bléfari, Fabio Suárez, G. Córdoba). Banda de sonido de Rapado, de Martín Rejtman.

A prairie home companion. Soundtrack.

Nick Cave. Soundtrack de Ficció

Ammarcord. Soundtrack.



Abrazos a todxs, otra vez gracias por el aguante, y nos estamos escuchando el próximo domingo donde vamos a hablar del Bafici con uno de sus programadores. ¡Buena salud y mal instinto!




Tropical Malady, de Apichatpong Weerasethakul
Cuando la naturaleza muestra su lado salvaje

“El hombre se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha constituido como hombre. Ha comenzado su desenvolvimiento propiamente humano por su animalidad, su pensamiento y su rebeldía”
MIJAIL BAKUNIN, Dios y el Estado


Con algo más de 30 años Apichatpong Weerasethakul (Joe, tal cual se lo conoce en los festivales de cine) ya se ha convertido en un realizador tan admirado como repudiado, aunque nunca evadido. En Argentina se hizo conocido cuando, en el Bafici 2004, se llevó el premio al mejor director por Blissfully Yours, un film incomprendido o directamente detestado por la mayoría de los espectadores que en aquel momento ni siquiera esperaron al final para abandonar las proyecciones. El mundo entero (cinéfilo, se entiende) lo vio pasearse triunfal en el último festival de Cannes cuando con Tropical Malady, el film en cuestión, se llevó el gran premio del jurado. Pero ¿quién es este provocador (en el sentido más puro y halagüeño del término) que decide internarse en plena selva tailandesa para hacer un abrumador ensayo sobre el ser y su contaminación cultural? En primer lugar debe decirse que Joe nació en Bangkok, pero que su infancia y su adolescencia las pasó en la jungla. Allí decide volver para retratar la disociación entre civilización y barbarie, lejos de los obtusos planteos criollos y mucho más cerca de un azaroso y sinuoso paneo por almas desnudas.
Lo primero que hay que decir de Tropical Malady es que experiencias como esta se hacen prácticamente obligatorias; no debiera haber admiradores del séptimo arte que esquiven vivir las sensaciones que ofrecen las dos horas de proyección. Es muy factible que la gran mayoría se debata entre la abominación y la felicidad. Las polaridades van a ocupar el centro de una producción que deja muy pocas aristas definidas al momento de recorrerlo. Siempre flota una sensación de libertad para buscar dónde pararse, desde dónde mirar, y dónde hacer foco en una película que oscila entre el drama, lo musical, el misticismo y hasta se da el lujo de agregar una pequeña dosis de humor, tan vital a este viaje sensorial propuesto. El film es eso: es la aventura de dejarse emocionar por una hermosa historia de amor, por un tigre contemplativo desde las ramas de un árbol, o por la vieja sabiduría oriental siempre encerrada dentro de las fábulas. Entre las dos historias en que se divide la propuesta pareciera no haber conexión formal, aunque sí de sentido. Ambas, una con algo que se acerca a una trama, la otra –a mi gusto uno de los momentos de mejor anarquismo fílmico que haya dado el cine- más fluida, experimental, mitológica, llevan pues la función de reflejar el contraste del hombre fluctuante entre su estado más primario y de despojo, a aquel recubierto por las capas de la cultura, la educación y las normas de la vida social. Esto en clave de símbolos, arquetipos, leyendas. La segunda parte del film, aquella que mejor lo representa, tiene como centro la persecución entre un soldado internado en la selva, y una criatura desnuda, un monstruo, la representación más cabal del salvajismo. Observemos, por hacer foco en alguno de los enigmas visuales que plantea Apichatpong, la composición de uno de sus planos, cuando la persecución llega a su fin. El soldado toma al ser desnudo de sus ancas, y Joe decide hacerse a un lado para mostrar ese momento de forma distante. Vemos que sobre la izquierda de la pantalla yace un árbol seco, de pocas ramas, sin hojas. Flaco, frágil, y también auténtico. No esconde hoyos entre grandes copas; lo que es queda a la vista. Del otro lado uno enorme, llamativo, luminoso, colorido. Atractivo y simulador; seductor y teatral. La eterna puja entre el despojo y la máscara, develada en clave silvestre y llevada a la pantalla en una experiencia donde sólo los sentidos pueden hacer la conexión con una propuesta tan arriesgada como carnal.
Una narración flotante, jamás explicitando ni resaltando, tan sólo fluyendo, nos plantea infinidad de preguntas. ¿Por qué el intento desesperado por socializar, si queda evidenciada la diferencia entre una ridícula clase de aeróbic expósita, impostada y burlona, y los palpables sonidos selváticos? ¿Cuáles son las alternativas entonces? ¿Aniquilar al monstruo para salir de su asedio, o dejarse subyugar para tener pase libre al mundo de lo improvisado, lúdico, o espontáneo? Claro que no hay respuestas frente a esto, y la película sólo funciona como vehículo para introducir estas reflexiones. Por tanto, además de ser un cine de preguntas, sensibilidad y plena libertad, el hipnotismo que Weerasethakul ejerce al regalarnos sus imágenes nos obliga a la emoción. Entonces la rueda de sentidos empieza a correr nuevamente. Una y otra vez. Hasta el infinito.

G. B.