11.1.10

A los 89 años murió el gran Eric Rohmer


EL ADIOS A UN GRAN MAESTRO

Por Diego Batlle

Parte del clan que se formó en la Cinemateca Francesa liderada por Henri Langlois, Eric Rohmer (nacido el 4 de abril de 1920 en la región de Lorraine como Jean-Marie Maurice Scherer) fue uno de los que revolucionó -con el padrinazgo del crítico André Bazin- la manera de ver (y luego de hacer) cine, primero con la política de los autores que reivindicó principalmente en la revista Cahiers du Cinéma a grandes directores de Hollywood (Howard Hawks, John Ford, Alfred Hitchcock, George Cukor, Nicholas Ray) y más tarde con las películas de la nouvelle-vague, que ayudó a construir desde fines de los años ‘50 junto con Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Claude Chabrol, Alain Resnais y François Truffaut.

Austero y pudoroso, sabio y culto (era un viejo profesor de literatura, un erudito en música clásica con notables ensayos escritos, y un apasionado cultor de la filosofía), este enorme cineasta con look de dandy diletante bebió tanto de leves amores juveniles como de oscuros e intrincados episodios de la Historia para crear una filmografía excepcional, en la que apostó además a revalorizar el lugar de la palabra (ya sea en la discusión intelectual o en la charla más trivial) a contrapelo de un cine moderno que la ha denostado ante el poder avasallante de las imágenes.

"A mí me encanta mostrar los detalles de la vida cotidiana y no los hechos extraordinarios. Me gusta que mis películas sean comedias medias. Es decir, que estén entre lo grave y lo cómico", aseguraba este hombre que ha dirigido, escrito y producido 24 largometrajes -desde su debut en el largometraje con la mítica y vanguardista El signo de Leo (1959) hasta su despedida con El romance de Astrea y Celadón (2007)- muchas veces con presupuestos reducidos, pocas semanas de rodaje, sonido directo, locaciones reales y actores poco conocidos. Todo por sostener la más absoluta independencia.

Los cinéfilos argentinos pudieron disfrutar en estrenos comerciales y principalmente en ciclos retrospectivos (recuerdo los de la sala Lugones y el MALBA) de sus tres series de largometrajes (Los cuentos morales, Las comedias y proverbios y Los cuentos de las cuatro estaciones), así como de otros films no vinculados a grupos temáticos y muy poco difundidos como Perceval, el galo (1978), Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (1987) o Triple agente (2004)

El cineasta definió a sus Cuentos morales como “seis variaciones sinfónicas, en las que, como el músico, varío el motivo inicial, lo ralentizo o lo acelero, lo amplío o lo reduzco, lo doy cuerpo o lo depuro. A partir de esta idea de mostrar a un hombre interesado por una mujer en el mismo momento en que va a relacionarse con otra, he podido construir mis situaciones, mis intrigas, mis desenlaces, incluso mis caracteres”. Esta serie incluyó largometrajes como La carrera de Suzanne (1963), Mi noche con Maud (1969) -para muchos su obra maestra-, La coleccionista (1967), La rodilla de Clara (1970) y El amor después del mediodía (1972).

Rohmer realizó tambien las Comedias y proverbios, que integraron La mujer del aviador (1981), La buena boda (1982), Pauline en la playa (1983), Las noches de luna llena (1984), El rayo verde (1986) y El amigo de mi amiga (1987); y los llamados Cuentos de las cuatro estaciones –su etapa más luminosa, liviana y que personalmente más he disfrutado– formados por Cuento de primavera (1990), Cuento de verano (1996), Cuento de otoño (1998) y Cuento de Invierno (1993).

Recibió, entre otros galardones, el Premio Max Ophuls de 1970, el Premio Louis Delluc de 1971, el de mejor película del Festival de San Sebastián de 1971, el Premio Mélies de 1971, el Gran Premio Nacional de Cine de 1977, el León de Oro de Venecia de 1986 y otro León de Oro de la Mostra en 2001 por toda su trayectoria. Pueden parecer muchos, pero fueron pocos.

Adiós, maestro, se lo va a extrañar. Quedan sus notables películas para seguir recordándolo por siempre.

(Extraido de http://www.otroscines.com/noticias_detalle.php?idnota=3737)




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