Las dos últimas películas de Jia Zhang Ke se sitúan en ese escenario real –y surreal- que es la zona de las Tres Gargantas, donde ciudades enteras, con millones de habitantes, están siendo desplazadas para ceder el lugar a una represa de proporciones inconcebibles. Still Life (León de Oro en Venecia 2006) es una ficción, un sencillo drama en el que un hombre regresa a su ciudad en busca de la esposa e hija que había dejado atrás, y una mujer busca al marido que no ha visto en largo tiempo. Paralelamente, el documental Dong sigue los pasos del pintor Liu Xiaodong, conocido también como "Dong" (que también significa "Este"), quien también va a la región a captar el peculiar momento que están viviendo las ciudades.
-En una de las primeras tomas de Still Life hay un ferry llamado The World. Además de ser posiblemente una referencia a la película anterior, ¿entre qué dos lugares está viajando este mundo? ¿Quizás desde el pasado?
-El ferry al principio de la película comienza en la China tradicional. Se ven las montañas y el agua como pinturas tradicionales de paisajes. También en la poesía antigua se describen así. Entonces partes de un sentimiento muy antiguo, y luego apenas llegas a la costa y bajas del bote entras en la China moderna, ruidosa, modernizada. El barco realmente lleva gente a través del tiempo, de distintos períodos históricos. Pero hay una cosa que no cambia, y es el rostro humano.
-En una escena posterior hay unos obreros demoliendo una estructura metálica con tubos y cosas así, con la que es imposible demoler esa estructura. ¿Por qué?
-Es muy absurdo porque nunca antes había visto que la gente tuviera que demoler sus propias viviendas con las manos. Eso es lo que me encontré ahí. Tiene un motivo económico: no puedes hacer explotar esos lugares, porque entonces no podrías volver a usar el material para construir una nueva ciudad al lado de la antigua. Entonces para tener un ingreso, la gente desarma sus propias casas.
-Es muy absurdo porque nunca antes había visto que la gente tuviera que demoler sus propias viviendas con las manos. Eso es lo que me encontré ahí. Tiene un motivo económico: no puedes hacer explotar esos lugares, porque entonces no podrías volver a usar el material para construir una nueva ciudad al lado de la antigua. Entonces para tener un ingreso, la gente desarma sus propias casas.
-¿Cómo estableces la relación entre personajes individuales y colectivos, y cómo evoluciona esa relación hacia estas películas?
-En primer lugar, China viene de una cultura muy colectiva. En el pasado la colectividad estaba en todos lados. Ahora en el sistema educativo comunista el individuo sólo es parte del colectivo. Pero ahora, con el desarrollo económico, la individualidad está en alza. Entonces se ve que los personajes principales de Still Life son capaces de tomar sus propias decisiones y elegir y pensar acerca del amor de una manera muy distinta de lo que era posible en los ochenta.
-¿Es esta individualidad –el individualismo europeo- lo que simboliza la aparición del euro, como cuando el mago convierte dinero chino en europeo?
-La idea básica con el individualismo es que sólo si está ahí puedes tener otras cosas como democracia y libertad. La escena de la transformación del dinero de hecho comienza con papel blanco convertido en dinero chino, y luego euros. Traté de expresar cómo en la sociedad china todos están mirando hacia el dinero. Es lo más importante, es su ideal de éxito: transformar papel en dinero.
-Los conceptos y las metáforas, como por ejemplo éste, ¿se leen o se interpretan de manera distinta por los distintos públicos, en Occidente y en China?
-Sé que distintos públicos probablemente verán las cosas de distinta manera, pero espero que las diferencias no sean muy grandes, porque básicamente trato un tema más general, que trasciende las especificidades culturales. La historia se trata más de elecciones personales, de la libertad para elegir. Tomar decisiones es algo que le resulta familiar a todos, en todos lados. El público chino probablemente sabrá más acerca del contexto del área. Pero no es eso realmente de lo que se trata, al final. Es más bien –y esto lo comprenderán también los públicos occidentales- que estas personas se debaten por tomar las riendas de sus vidas.
-¿Cómo se diferenció, durante el rodaje, el trabajo en ficción y en documental?
-Hay cuatro o cinco escenas que están en las dos películas. Eso fue porque no tuvimos la oportunidad de filmarlas una segunda vez porque los sitios ya no estaban ahí. La idea básica era que las dos películas se superpusieran en cuanto a los lugares.
-¿En qué modo Still Life es –quizás- un documental y Dong una ficción?
-En Dong, la parte de ficción es básicamente que hay mucho teatro en la realidad. Por ejemplo, la escena con el auto chocado que se cae al agua. Grabamos eso una tarde en que realmente sucedió. Fue muy absurdo, pero demuestra que la realidad también tiene un fuerte potencial operático, parece puesto en escena. En Still Life hice muchas impresiones naturales de expresiones faciales, lo que le da un lado documental al film de ficción.
-En la escena en que el cohete sale del edificio, ¿la idea es pasar de un tono documental a uno surrealista?
-Quise tener estos elementos surrealistas porque hay muchas cosas extrañas que suceden en la realidad. Sabíamos que antes de que llegáramos ahí un millón de personas ya habían sido desplazadas, pero cuando llegamos nada mostraba que hubiese tenido lugar un desplazamiento tan enorme. Es sólo un ejemplo de la alienación que sentimos estando ahí. Cuando llegamos descubrimos que ese edificio estaba ahí porque de hecho lo empezaron a construir hace unos pocos años y en el camino descubrieron que se iba a inundar y pararon de construirlo. Es algo muy extraño, y sentía que debía estar volando como si estuviera fuera de lugar. Los lugares de la locación son enormes, y realmente hacen al hombre sentirse pequeño y sin importancia. Sentimos que mucha gente está buscando una suerte de felicidad, especialmente en China. Y que ese ideal de felicidad tras el cual andaban era un ideal que habían visto o del que habían oído, pero que nunca habían tocado; un ideal que nunca había aterrizado en suelo firme, tal como el OVNI. Por eso está ahí el OVNI.
-¿La transformación de China y su sociedad es el tema principal o sólo el contexto?
-No siento que los cambios ahora sean realmente el tema. En este momento en China el problema es más bien la velocidad del cambio. Si el cambio va a un ritmo regular, entonces es algo normal y la gente puede adaptarse a ello. Pero la velocidad del cambio actualmente en China es tal que no se puede con él. Además, hay cambios muy rápidos en la situación económica, pero que van a la par con políticas muy conservadoras, lo que da por resultado una suerte de cambio social deformado.
-¿En qué medida es el telón de fondo o el tema principal?
-En mis películas anteriores era el tema central, pero esta película es más sobre cómo la gente lo enfrenta. En esta película las personas empiezan a hacerse más activas y hacer elecciones, partiendo de emociones románticas.
-¿Hay una intención de cambio social en las películas?
-Sí, trato de cambiar la sociedad a través de mis películas. Por supuesto que una película no puede hacer mucho, pero espero que la cultura en su totalidad logre dar a China más libertad y más igualdad, promover esos ideales.
(publicada en http://www.mabuse.cl/1448/article-76870.html)
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