Otar Iosseliani nació en Georgia el 2 de febrero de 1934, y comenzó a filmar en 1958; tras algunos cortometrajes realizó en 1967 La caída de las hojas y nueve años más tarde Pastoral, su último trabajo en su Georgia natal, antes del exilio fílmico. En Buenos Aires solamente se había podido ver Hogar, Dulce Hogar y una gran parte de su filmografía en la retrospectiva organizada por el V Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente; el georgiano es un gran autor, comprometido con sus ideales, a la vez que confusos, donde cada pobre goza de un guiño de complicidad y cada rico es tratado con una leve mirada burlesca. A la vez, la sensación que deja es de una posición lejana al régimen, como él mismo se declaró, “asoviético”.
Pastoral, al igual que Hogar, Dulce Hogar y que La caza de las mariposas está formada por una serie de viñetas coloridas sobre la vida de muchos personajes, con poca definición y mucho de circunstancial, anecdótico y embutido de una frescura poco habitual.
En tanto que La caída de las hojas, su primer largometraje, cuenta la historia de Niko, un joven y tímido técnico en enología que ingresa a trabajar en una gran bodega y defiende sus principios frente a la burocracia ya instalada, y frente a su amigo que intenta escalar rápidamente en la estructura de la empresa. A pesar de su declarado asovietismo, La caída de las hojas plantea, metafóricamente y apelando a la parábola, la vejez e inmovilidad del sistema y el cómo los nuevos cuadros soviéticos introducidos tras el histórico congreso del PCUS en 1956 no hicieron más que aprovecharse del sistema y tratar de ubicarse cómodamente sin cambiar nada.
Por su parte, Pastoral trabaja a partir de la simplicidad y se constituye en una comedia despojada de toda crítica social, pese a lo cual también fue censurada en la Unión Soviética como sus dos filmes anteriores. Formalmente, tanto La caída de las hojas como Pastoral transitan un sendero de continuidad estilística; la música está presente de manera constante en ambas, los diálogos se ubican en un segundo plano, para que el sonido ambiente genere en el espectador una sensación de cercanía considerable. Los planos son pausados, pero el movimiento de cámara no lo es, no obstante eso no descoloca a nadie; pasa de un personaje a otro, y el filme sigue transcurriendo, en un devenir constante hacia otra historia, que no será contada del todo.
Vale la pena mencionar que Otar Iosseliani deja en la boca un sabor dulce, de plenitud y de alegría; sin importar qué digan sus personajes, se mueven siempre hacia adelante y todos dan con la nota exacta.
Sobre La caza de las mariposas
En torno a la vida de los habitantes de un hermoso castillo en un pequeño pueblito francés, Otar Iosseliani desarrolla innumerables personajes que alimentan momentáneamente al relato, pero que jamás se constituirán como figuras principales.
Esta especie de coralidad ya se veía en la deslumbrante Hogar, dulce hogar, la que se estrenó en Buenos Aires hace dos años y única obra exhibida hasta esta retrospectiva del aclamado realizador georgiano residente en Francia desde hace dos décadas.
El filme es fresco, cercano y con gotas de ironía que rebalsan en cada viñeta; y eso es el centro de la película: viñetas. Anécdotas de curas pueblerinos, de viejos aristócratas venidos a menos, de hare kishnas simpáticos, de pésimas orquestas de vientos, de viejos burgueses codiciosos y de una adorable setentona con ánimos de chica de 20. Y esa parece ser la fórmula de Otar, quien tiene 69 años pero se siente de veintipico, y eso se nota en sus trabajos detrás de cámara.
Extraído de http://www.festivalbafici.com.ar/2007/10/03/a-proposito-de-otar-iosseliani/; en el programa 112 de Rastros de Carmín hablamos de Otar Iosseliani y su último film, Jardines en Otoño (2006), recientemente estrenada en Buenos Aires. Aquí, el trailer del film.
1 comentario:
lo que son las casualidades, esta semana hablamos de "la caida de las hojas" en Tragedia y Farsa :) Salud, colegas!
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