La siguiente entrevista a Nacha Guevara fue realizada en enero de 2003, de regreso a Buenos Aires tras unos años de ausencia. Ella estaba por estrenar Qué me van a hablar de amor en la calle Corrienes, y aprovechó para repasar su historia. Una historia, por cierto, muy relacionada con las épocas más turbulentas del pasado argentino reciente. Pasen y lean...
"Yo también pensé muchas veces en que mi vida ha estado profundamente ligada a las distintos momentos del país. ¿Te diste cuenta de eso? Es curioso que lo hayas notado", dice Nacha Guevara, asombrada, como si encontrara un sentido oculto detrás de una apreciación casi obvia. La Nacha de los 60, la del Instituto Di Tella y el descubrimento de Georges Brassens; la Nacha setentista, la cantante urgente, la víctima de las bombas de la Triple A y el exilio; la que volvió con la democracia en los 80, ya en la senda del Maharishi Mahesh Yogui y Deepak Chopra; la que en los 90 se paraba frente a un espejo con la leyenda Soy un ser maravilloso y me amo en su programa Me gusta ser mujer y respondía más preguntas sobre su aspecto que sobre su arte: todas, absolutamente todas, tuvieron algunas equivalencias con las distintas etapas argentinas.
Es posible que esta Nacha, la que dice "La vida no es una línea recta, es una montaña llena de curvas y precipicios", también se parezca al país de los últimos tiempos. Tras un largo tiempo en España, donde vive la mayor parte del año, Nacha ha vuelto a la Buenos Aires de la esperanza y la desolación. Sola, sin pareja, bajo el peso del duelo por la muerte de su padre, al que conoció recién a los 46 años, dice: "El 2002 ha sido muy duro para mí. Pero tenía ganas de estar acá. Creo que, paralelamente al dolor y al sufrimiento, en la Argentina están pasando cosas muy interesantes, conmovedoras. En España tengo una posición estupenda. Pero las sociedades satisfechas se achatan, como las personas. En Argentina hay mucha más movilidad. Quiero compartir este momento de crecimiento, colaborar".
Nacha está sentada en una confitería de la avenida Corrientes, donde hace diez años que no presenta un espectáculo. El miércoles volverá con Qué me van a hablar de amor, un musical en cuyo afiche luce una espalda y una cola de firmeza inconcebible para sus 62 años. Su osadía, en cambio, es concebible: el año pasado ya había posado para la revista Interviú semidesnuda, con un cigarrillo muy poco new age entre sus dedos. Diego Pernía, su treintañero novio de entonces, director de cine, la había ayudado a preparse. "Como actriz, puedo acceder a ese rol sexy. Eso no quiere decir que sea una femme fatale todo el día", aclara Nacha, ahora con una pollera que le cae sobre los zapatos y un discreto saquito de hilo que sólo divulga su delgadez de junco.
Después, saca una botella con una suerte de jugo especial que le prepararon (parte del brebaje se ha derramado en su cartera) y dice: "No es el momento de hacer un noticiero. Hay suficiente horror afuera. Quiero hacer un show armónico".
¿Te referís a que no querés hacer demagogia?
Exacto.
No querés vender una imagen estilo "Vuelve la Nacha de los 70..."
Eso sería fácil. Lo que hice en los 70 hay que hacerlo cuando está prohibido, cuando es peligroso. Ahora es fácil putear al gobierno y razones no faltan. En los 60 y 70 había una generación que sacudía al resto con su rebeldía. Hoy hay que hacer espectáculos que alivien tensiones y abran el corazón. Eso es profundamente revolucionario, sin ser un panfleto.
Alberto Favero dijo que la generación de los 70 "tenía gran sensibilidad social pero que equivocó completamente al elegir el camino violento". ¿Compartís la idea?
Sí. De todas formas, tuvo gente extraordinaria, como Santucho (Roberto, líder del ERP) o Ernesto Guevara. Gente que hizo lo máximo que se puede hacer: dar la vida por lo que se cree. Pero ya se fracasó probando todos los sistemas. Ahora hay que probar con el amor; no el amor cursi, de telenovela, sino con una gran red que nos mantenga unidos. Si Santucho y Ernesto vivieran pensarían parecido. La revolución, está pendiente. Pero desde adentro hacia afuera, no al revés, como soñábamos cuando éramos jóvenes. Hay que probar con la revolución propia, la más difícil.
¿Se puede hacer una revolución prescindiendo de las herramientas políticas?
Hay que dejar de lado a la política tal como se la entiende hoy. Con el Muro de Berlín, se derrumbó un sueño por el que una parte de la humanidad peleó y murió por décadas. Hay que construir un sueño diferente. Hay que soñar lo imposible.
Alguna vez dijiste que detestabas a los intelectuales. Es raro, en alguien que fue del Di Tella
Los del Di Tella no éramos intelectuales. Alguno, habría. Pero la actitud era vitalista, espontánea, de pasar a la acción sin tanta estrategia. Así surgieron cosas sublimes, espantosas, ridículas. No detesto a los intelectuales. Pero no me gustan las personas muy mentales, esas que analizan todo tanto que se quedan paralizadas. Pocos intelectuales llevaron a cabo sus ideas.
Algunos lo intentaron, como Rodolfo Walsh...
Claro. Pero en general teníamos muchos otros en el Café La Paz, en reuniones en las que se fumaba, se tomaba café y se hablaba de cómo cambiar al mundo. Ese era el intelectualismo de mi generación.
Nacha, cuyo nombre verdadero es Clotilde Acosta, nació en Mar del Plata y eligió su seudónimo artístico en homenaje al Che Guevara, al que menciona en tono elogioso, llamándolo "Ernesto", como si se tratara de un viejo amigo. Aunque muchos la creyeron peronista de izquierda, ella dice que fue socialista desde chica y que sigue teniendo "un corazoncito socialista". De pronto, hace un comentario que a Guevara o Santucho acaso les hubiera sorprendido. "Mi generación, que cuestionaba todo, no cuestionó si comía lo correcto. Y comemos como pensamos. Lo que comemos se transforma en conciencia, también. En eso hubo un vuelco, ahora hay mucha gente preocupada. Eso pasó en la Argentina de los 90, donde hubo más apertura que en Europa".
Tal vez en los 70 el cuerpo era algo que se ponía y en los 90, algo que se mostraba...
Es cierto. Pero el cuerpo sólo para mostrarlo es una obsesión, ¿no? Eso es salirte de tu centro. Si te fijás en el músculo, la arruga o el pelito sos muy limitado. Si lo hacés, seguro que estás descuidando otros aspectos de tu vida. Hay que buscar el equilibrio. Vivir no es fácil para nadie.
Bueno, a partir de los 40 vos empezaste a dedicarte bastante a tu cuerpo...
A los 40 empecé un gran cambio en muchos aspectos, aunque cambiar es un camino infinito. A los 40 conocí gente extraordinaria, empecé a estudiar nutrición, fisiología, me hice meditadora, emprendí lentas, dolorosas y luminosas transformaciones. Además, soy muy disciplinada. Aunque no creo en el sacrificio. Hace 35 años que soy vegetariana: por compasión a los animales no por tener mejor la piel. Yo busco la perfección. La perfección existe. Sé que nunca voy a alcanzarla, pero eso no me impide buscarla.
Siempre dijiste que tu aspecto juvenil se debía a tus hábitos. ¿Por qué recién en el 2001, en tu libro "Sesenta años no es nada", hablaste de tus cirugías e incluso incluiste el capítulo "Cómo elegir al cirujano plástico"?
Es que me lo preguntaban en épocas en las que no me las había hecho. La gente cree que yo empecé a hacerme cirugías muy temprano y no es así. Además, hablé de ellas antes de mi libro y ocupan en mi vida lo mismo que en el libro: 8 páginas de 200. Y la verdad es que es mejor hacértelas tarde, si te cuidás. La cirugía debería ser el último recurso, tras una vida sana. A veces escucho que una chica de 28 se hizo un lifting y digo ¡guau!.
¿Te parece mal?
No, cada uno hace con su cuerpo lo que quiere, pero me parece que cuando crezcan les va a jugar en contra. Lo principal es hacer una vida desintoxicada: esa persona percibe con claridad quién es el mejor profesional, los mejores métodos. A mí me pasa eso, tengo mucho instinto.
Sos una suerte de versión femenina de Dorian Gray. ¿Adónde van las marcas de tus años?
Están en todas partes, en todas mis células. Cuando me pasan cosas malas las padezco muchísimo, aunque tal vez no lo demuestre por mi estilo reservado. Tengo un entrenamiento para el sufrimiento, creo en la sobriedad del sufrimiento. Pero no me regodeo en eso. Vivo todo intensamente hasta los duelos. Tal vez eso me ayuda a superar esas situaciones sin que me queden tantas huellas. Así vivo en el presente.
Alguna vez dijiste que no tolerabas a la gente de tu edad. Tuviste parejas 20 años más grandes que vos y 25 años más jóvenes ¿Vivís en una especie de no-tiempo?
Los que estén conmigo, no importa la edad, tienen que ser jóvenes. La gente que tiene un pensamiento valiente, creativo, de acción, es siempre joven. Virgilio Expósito lo fue siempre. Mucha gente del Di Tella, como Sebreli, Marilú Marini o Villanueva van a contramano de todo, no importa la edad. En cuanto a la gente de mi generación, nunca tuve nada que decir de la burguesía. Ni voy a tener nada para decir sobre ellos nunca. Nunca.
¿Se puede ser burgués en el estilo de vida y no en la ideología? Ray Bradbury decía que tenía "la cabeza de izquierda y el culo de derecha".
No sé si se puede. Todos tenemos enormes contradicciones: existen muy pocas madres Teresa. Hay gente "coherente" que intenta ocultarla sus contradicciones; y otra, más completa, que las vive y crea.
Ahora que te dedicás tanto a tu vida interior, ¿sos más tranquila? Alguna vez le tiraste un vaso en la cara a Marcos Mundstock y tuviste muchos otros arrebatos impulsivos
Eso se ha suavizado, pero lo que tenemos está siempre con nosotros. No son cosas de las que me enorgullezca, pero son parte mía y creo que hasta los grandes maestros espirituales a veces se enojan y son injustos. De modo que he suavizado muchas cosas y otras no. Espero trabajarlas.
¿Tenés muchas actividades?
No. Soy la persona más aburrida que conozco. No me gusta hacer nada. Nada. Nada. Más allá del trabajo artístico, hago gimnasia y leo. Pero no tengo hobbies, no me gusta hacer deporte, ni pasear ni ir a discotecas. Me gusta quedarme en casa con mis gatos. Los gatos son maravillosos, aunque tengan mala prensa.
Publicada en http://www.clarin.com/diario/2003/01/19/c-00811.htm. En el programa 88º de Rastros de Carmín recorrimos la carrera de Nacha. Podés escucharlo haciendo click acá.
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